Las personas narcisistas creen que todas las indirectas son para ellos. Creen que la felicidad y tristeza de los demás se debe a ellos. Quieren ser la persona más importante en la vida de los demás, quieren ser la primera opción, que les cuentes todo a ellos antes que a alguien más. Si no lo haces, entonces te hacen sentir que eres un mal amigo, que estás siendo injusto. Ven defectos en los demás pero desarrollan cierta ceguera hacia sus propios defectos, se creen perfectos. Quieren que pienses que son superiores en todo, minimizan tus logros, aflicciones y creencias. Fingen tener empatía, incluso te hacen creer que en verdad sienten tu dolor, eso solo es cuando las cosas están bien, pero cuando están molestos celebran tus desgracias, es entonces cuando son realmente honestos.
domingo, 20 de junio de 2021
martes, 15 de junio de 2021
Estar Solo (Ensayo)
Estar Solo
Confieso que hay veces que quisiera no hablar, pero por desgracia no tengo el valor suficiente para expresarlo y termino teniendo conversaciones vacías. Admito que hubo un tiempo en que disfrutaba mucho de una buena conversación, imagino que era más accesible debido a la edad, pues era un adolescente. Estos últimos años esa parte de mi personalidad se ha visto opacada, oscurecida, olvidada, reducida. Pero no me malentiendan, no es que no me importe lo que sucede en sus vidas, es solo que he aprendido a disfrutar de la soledad; antes le tenía miedo, pero, las circunstancias y las desgracias, las experiencias y las personas, o lo que sea, me ha hecho aceptar que la soledad puede ser benéfica.
Creo que deberíamos verla como una estación del año, no hacemos un drama cuando llega el invierno, más bien, nos abrigamos y tomamos las medidas necesarias para afrontarlo de la mejor manera. De igual manera, deberíamos saber cómo afrontar la ausencia de compañía; que estés solo en este momento no significa que vayas a estarlo por el resto de tu vida, es solo una etapa, ya estarás acompañado.
Sé que hay veces que nos encontramos en esta circunstancia debido a alguna carencia en la personalidad, una mala actitud, un defecto o por la distancia. Es por eso que debemos fortalecer nuestra autoestima, para ser nuestra persona favorita. No es egoísta disfrutar de estar solo, al contrario, es una virtud que no todos están dispuestos a desarrollar.
La soledad también puede ser dañina, puede ser adictiva, si no haces algo al respecto podrías terminar alienado del mundo, lo cual es perjudicial. En lo personal, no me considero una persona solitaria, me gusta convivir, en menor medida que los demás, obviamente. Opino que la gente debería aprender a respetar el espacio ajeno; decirle a alguien "quiero estar solo" no debería considerarse una ofensa, debería respetarse y aceptarse.
domingo, 18 de abril de 2021
Emily 2/3 (Anécdota)
Ella es muy bonita. Me encantaban sus ojos color ámbar, a veces la luz del atardecer hacía que se parezcan iluminados, como si estuviese a punto de disparar fuego con la mirada. Su piel era muy pálida; usar mucho maquillaje negro la hacía ver genial, los demás decían que se veía enferma, pero honestamente, nunca me importaron esas opiniones. Otra cosa que me encantaba es que quisiera saber mi opinión respecto a qué corte debería elegir. Su cabello castaño, ella solía tocar su cabello una y otra vez cuando estábamos juntos, Frank dice que eso significa que yo le gustaba (no sé si eso es cierto). Siempre apoyé sus decisiones, pero admito que me hacía sentir bien saber que para ella mi opinión era importante. Me gustaba verla dibujar, a veces estábamos en el parque y ella empezaba a dibujar a extraños, le gustaba traer consigo una libreta. No tocaba instrumentos, pero sabía cantar, su voz era muy hermosa, le gustaba cantar Monsoon de Tokio Hotel. En ese tiempo (2009) yo aún no tenía guitarra, solo sabía unos acordes. Me gustaría haber aprendido antes para poder grabar algún cover con ella, sería uno de mis tesoros más preciados.
Hablábamos por Windows Live Messenger; una vez ella me dedicó Monsoon. Esa era su canción favorita de su banda favorita, Tokio Hotel, por eso me hizo sentir especial el que ella me la haya dedicado. Más tarde me dio una carta/nota que decía:
Tammy (Anécdota)
Una vez me hice amigo de una chica problemática llamada Tammy, bueno, ese no era su nombre, pero así le decían; era muy grosera y siempre parecía estar de mal humor, y a nadie le importaba saber por qué, simplemente no querían tener problemas con ella. Aún con todas sus actitudes negativas nunca fue odiada. Sus amigas eran igual; ese pequeño club estaba conformado por:
- Jaymee: la bonita insoportable, era sarcástica y grosera; ella pudo haber sido esa chica linda que tiene el mundo a sus pies, pero por alguna razón eligió tener la actitud equivocada.
- Marián: la impertinente, murmuradora; vivía sola con su abuela. Estuvo enamorada de Gerardo, pero no resultó bien, lo que salió mal fue que los demás se hayan enterado de sus sentimientos, desde entonces se dedicó a hablar mal de él.
- Tammy: malhumorada, bonita pero desaliñada. Siempre estaba a la defensiva, nunca supimos si tuvo un interés amoroso.
En el último año de secundaria (2010) ya había vencido muchos de mis temores, ya no me daba miedo quedarme sin tema de conversación. Un día Tammy me dijo "ojalá te mueras", no le había hecho algo malo, simplemente estaba molesta con todos porque había discutido con sus amigas. Le respondí: "ojalá, ya no quiero estar aquí". Ella empezó a reír, yo también. Ese día no tuvimos clases, no teníamos nada que hacer, de hecho, solo quedaba un mes de clases. Estaba en un salón llorando, fue entonces que algunos compañeros se dieron cuenta, yo no lo sabía, así que entré, es por eso que dijo lo que dijo, estaba molesta, triste y avergonzada de que alguien la viera llorar. Siempre había demostrado ser muy fuerte, no digo que llorar sea de débiles, solo... ustedes me entienden, ¿no? Mi mejor amiga me dijo que deberíamos hablar con ella, pero yo no quise. No me atreví en ese momento sino hasta unos días después; recuerdo que ella estaba en su asiento, justo en la esquina (donde siempre se han sentado los problemáticos). Al principio no me respondió de la mejor manera, me senté en el piso, al lado de su asiento. Sus amigas seguían molestas, yo sabía que eso podría facilitar mi acercamiento. Mi intención nunca fue ayudarla, no era esa clase de persona, quería hablarle solo por curiosidad. Todos veían esa imagen de alguien insensible, pero yo sabía que no era así, recuerdo que hubo un tiempo cuando ella era "normal".
Ese día ella se dio cuenta que no estaba allí para burlarme, poco a poco empezó a cambiar su manera de responderme. Después de unos días empezó a sonreírme, lo cual era raro y un poco aterrador. Seguí hablándole, aunque mis compañeros me molestaran por ello. Un día me dijo "¿te cuento un secreto?" Le respondí que sí; después de divagar hablando de sus amigas y de sus padres, por fin me dijo su secreto, me contó que su primo le había propuesto tener relaciones sexuales, pero ella lo había rechazado, entonces él decidió decirle a su familia. Les dijo que ella le había hecho esa propuesta, toda su familia lo creyó y desde entonces en casa la trataban muy mal. Nunca he sabido que responder en este tipo de situaciones, lo único que hice fue escuchar, no por ser comprensivo o muy sensible con los sentimientos ajenos, (no soy así, nunca he sido esa clase de persona) sino porque en realidad no sabía qué decir. En ese momento todo tuvo sentido, ella empezó a comportarse así desde ese suceso. No era mala persona, simplemente desarrolló una barrera, un escudo, un cascarón para no volver a ser lastimada por los demás. Después de un silencio incomodo ella cubrió su rostro y se recostó en su asiento, como cuando un alumno se queda dormido en clase. Me sentí muy mal, creí que estaba llorando. Pero no, no estaba llorando, solo estaba avergonzada. Me alegra que no haya estado llorando pues no habría sabido qué hacer, probablemente habría salido corriendo de allí.
Me preguntó si le creía, dijo "pero sí me crees, ¿no?". Le respondí "sí", no mentí, de verdad es que sí le creo. Los siguientes días ella empezó a hablar con sus amigas, al parecer las cosas ya se habían solucionado. Dejamos de hablar, unas semanas después terminamos la secundaria y dejamos de tener contacto. Un año después (en 2011) su hermano cometió suicidio, obviamente eso le afectó mucho, dejó la preparatoria. Me dijeron que luego reanudó sus estudios, que estudiaba los sábados. En 2017 me encontré a Jaymee, le saludé, pero no me atreví a preguntar por ella, quizás ya no siguen siendo amigas. Hace más de diez años que no sé nada sobre Tammy, espero que esté bien.
jueves, 25 de marzo de 2021
Los Suburbios (Anécdota)
Todas las tardes al salir de la escuela, mis amigos y yo íbamos a casa de Gerardo a escuchar música, o a ver películas violentas. A él siempre le gustaron las películas paranormales, a Karla y a mí nos gustaban las de artes marciales. Ella y yo en cuestión de música preferíamos el Rock; Gerardo prefería el Heavy Metal. Aun así, las diferencias nunca fueron realmente importantes, porque éramos amigos y nos queríamos por lo que éramos, no por lo que hacíamos. Además, ¿a dónde iríamos? ¿Quién querría juntarse con nosotros? Apartarnos no era una opción, los bichos raros deben permanecer juntos. Tuvimos muchos desacuerdos, unos más fuertes que otros, pero siempre volvíamos. Éramos bastante intensos, teníamos como una clase de acuerdo que consistía en jurarnos lealtad. Quiero que quede claro que nuestra amistad era algo serio, juntos contra el mundo, casi como una secta. Por creernos diferentes fuimos socios en la fuga de un sistema que no fue diseñado para que brillemos. Vivir en los suburbios de la ciudad es lo mejor que pudo pasarme, no soporto estar en lugares concurridos, el ruido me irrita demasiado. En secundaria tuve una banda de rock, nos reuníamos en la casa de una vecina. Ensayabamos toda la tarde, tocabamos canciones de Dead Poetic, Emery, Alesana, Thursday, Lostprophets, Deftones y Funeral For A Friend.
Todo nuestro circulo social compartía el mismo estilo, éramos raros; nos gustaba diferenciarnos de los demás, nos gustaba no tener nada en común con los adolescentes del colegio. En nuestras reuniones y ensayos nos congregábamos: Eliza Cuts, Christian, Karla, Diego, Clarissa, Clara, Lui, Eduardo, Leo, Naomi, Andy, Escalante, Azul y yo. Eran el grupo más cool, estar con ellos era lo mejor. La casa de Clarissa estaba un poco alejada de las demás, era la casa al final del vecindario. Había grandes árboles y pinos, siempre estaba fresca. Nosotros colocábamos nuestro equipo afuera, en su patio, bajo todos esos árboles. Entonces iniciaba el show, tocábamos nuestras canciones favoritas de las bandas que ya mencioné. Lo mejor era que todos allí conocían las canciones, así que era un show muy bueno, había mucha retroalimentación. Al estar al final del vecindario no había quejas por parte de los vecinos, nunca recibimos algún comentario negativo.
Vivir en los suburbios ya no es lo mismo, a finales de 2009 el crimen organizado llegó a la ciudad y comenzó a causar caos. Las calles se militarizaron, esto duró algunos años. En esa época comenzamos a escuchar sobre secuestros y desapariciones. Nosotros nos limitábamos a ensayar canciones, ya no salíamos tanto, ahora todo estaba mal. Una tarde los soldados golpearon a Diego, recuerdo que esa noche estábamos en casa de Clarissa, éramos: Clarissa, Eliza Cuts, Eduardo, Karla y yo. Esa noche alguien nos dijo lo que había sucedido, fue una sensación muy fuerte, algo triste. Diego consumía drogas, al igual que la mayoría de los chicos de nuestra edad, solo que él nunca se dejaba tratar mal. Me imagino que intentaron revisar sus bolsillos y él no se dejó, probablemente les respondió mal y esto terminó en una paliza. Diego sabía algo de producción musical, su especialidad era la música rap, a veces ecualizaba nuestro equipo durante los ensayos. Karla vivía en una zona céntrica, a pesar de ello, su vecindario era bastante tranquilo, a excepción de los sonidos de ambulancia, ya que esa ruta llevaba directo al hospital.
Aquella noche en casa de Clarissa, cuando nos contaron lo de Diego, todo quedó en silencio. Nadie sabía qué decir. Solo sentimos ese golpe en el pecho que dan las malas noticias, ese que te deja mirando al suelo sin saber muy bien qué hacer con las manos. Diego siempre había sido un tipo complicado, pero también alguien que aportaba algo especial cuando ensayábamos. Aunque a veces llegaba desconectado, entendía la música de una forma que nosotros no. Quizá por eso dolió tanto imaginar cómo había acabado todo. Nos quedamos allí, sentados, escuchando el ruido de la calle y las sirenas que siempre pasaban por la zona de Karla. Era extraño cómo una ciudad podía cambiar tan rápido, cómo lo que antes parecía rutina de pronto se convertía en una especie de advertencia constante.
Aquella noche no hicimos nada heroico. Solo nos quedamos juntos, viendo en la televisión nuestro programa favorito de humor negro, pero sin reír. Era lo único que podíamos hacer: aceptar que crecíamos en un lugar que ya no era el mismo y seguir adelante, como buenamente se pudiera.
domingo, 14 de marzo de 2021
Trois Couleurs: Rouge (1994) [Reseña]
¿Alguna vez has conocido a alguien sin buscarlo y, aun así, has quedado fascinado por su forma de ser? A mí me ha pasado. Hay amistades que llegan sin que uno las pretenda, lazos que aparecen en los lugares menos pensados. Trois Couleurs: Rouge me recuerda precisamente eso, y por eso forma parte de mi Top 5: es una de mis películas favoritas.
El color rojo, aquí, simboliza la fraternidad. Kieślowski creía que ese vínculo puede surgir entre cualquier persona, en cualquier momento y de la forma más sencilla. Esta cinta es la última entrega de la trilogía de los colores, que reflexiona sobre los ideales revolucionarios franceses, precedida por Bleu y Blanc.
La protagonista, Valentine Dussaut, es una universitaria que trabaja como modelo. Hermosa, inteligente y, sobre todo, bondadosa, vive guiada por una conciencia limpia que la impulsa a hacer el bien. Una noche atropella accidentalmente a un perro. En lugar de abandonarlo, revisa el collar, encuentra la dirección del dueño y decide llevarle el animal. Así conoce a Joseph Kern, un juez retirado y solitario que pasa sus días escuchando las conversaciones telefónicas de sus vecinos.
La indiferencia de Joseph hacia su mascota herida desconcierta y molesta a Valentine, así que ella misma lleva al perro a una clínica y, más tarde, a su propia casa para cuidarlo.
Cuando la perra se recupera, Valentine la lleva a un parque, donde el animal escapa y vuelve a la casa del anciano. Valentine la sigue y, en ese reencuentro, descubre más sobre Joseph y sobre su extraño pasatiempo. Al principio siente rechazo: no aprueba que él espíe a otras personas. Sin embargo, algo en él despierta su curiosidad, como si entre ambos hubiera un hilo invisible que empieza a tensarse sin que ninguno de los dos lo busque.
A medida que Valentine y Joseph se encuentran de nuevo, casi siempre por casualidad, surge entre ellos una especie de entendimiento silencioso. No es amistad en el sentido clásico, pero sí una conexión difícil de explicar. Valentine, con su empatía natural, empieza a ver en Joseph algo más que un anciano que se entretiene escuchando conversaciones ajenas. Percibe su soledad, su desencanto, incluso cierta nostalgia por lo que pudo haber sido su vida.
Por su parte, Joseph observa en Valentine una honestidad que le conmueve, aunque él mismo apenas lo admita. En ella ve todo lo que él dejó atrás o perdió por el camino: sensibilidad, ingenuidad, una fe sencilla en la bondad de los demás. Poco a poco, esa distancia generacional tan evidente deja de ser un muro y se convierte en un puente, uno que se construye sin grandes gestos, solo con miradas y conversaciones breves pero profundas.
Uno de los elementos más bellos de la película es cómo Kieślowski hace que las vidas de los personajes se rocen sin necesidad de grandes coincidencias. Todo pasa con naturalidad: encuentros fugaces, caminos que se cruzan, decisiones que parecen pequeñas pero que cambian mucho. Valentine y Joseph representan esa fraternidad inesperada que aparece cuando menos lo imaginas, cuando la vida parece ir por otro lado y, de pronto, te sorprende con un vínculo que no estabas buscando.
Rouge cierra la trilogía con esta idea: la fraternidad no nace del ruido, sino de esos momentos silenciosos que compartes con alguien que, en teoría, no tendría por qué significar nada para ti… pero acaba haciéndolo.
Frances Ha (2012) [Reseña]
Dicen que antes todo era mejor. A veces yo también lo digo. Siempre he tenido problemas con los cambios; me tranquiliza seguir rutinas rígidas, reconocer cada paso del día. Cuando era niño deseaba ser adulto, y ahora, con 25 años, daría lo que fuera por volver a aquella época en la que todo parecía sencillo.
A veces incluso olvido mi edad y actúo como un adolescente. Eso me ha metido en más de un aprieto, y no pocas veces me he sentido avergonzado. Hace poco hablaba con un amigo sobre la llamada “edad mental”. Él decía que la sociedad nos impone abandonar ciertas cosas conforme crecemos, lo cual es injusto, porque uno debería hacer lo que le gusta sin importar la edad. Más de un psicólogo me ha dicho que mi edad mental ronda los 15 o 16 años. Y la verdad, a mí me parece bien: explica mis ganas de comprar figuras de acción, cómics y ropa de personajes de la cultura pop sin sentir que estoy haciendo nada “fuera de lugar”.
Quizá por eso amo Frances Ha, película de 2012 dirigida por Noah Baumbach. Su protagonista, Frances, es una bailarina que vive en Nueva York y comparte piso con su mejor amiga. Tiene 27 años, pero parece que aún no ha asumido del todo lo que implica esa edad. Cuando su amiga Sophie le anuncia que se mudará a Brooklyn con su novio, el mundo de Frances se tambalea. Se esfuerza por no mostrarlo, pero depende mucho de ella, y la noticia le duele más de lo que quiere admitir.
Frances es torpe, casi entrañablemente torpe. Da la impresión de que el universo conspira para ponerla en situaciones embarazosas: sus planes nunca salen como los imagina, y cada intento por encajar en la vida adulta se convierte en un tropiezo más. No es que no lo intente; simplemente, su personalidad la delata. En una escena, incluso se disculpa diciendo: “Estoy muy avergonzada, aún no soy una persona real”.
Esa frase resume perfectamente su lucha interna. La Frances del presente no es la versión de sí misma que espera llegar a ser, así que busca validación, un lugar donde sentirse legítima dentro del mundo adulto.
Me identifico con ella. Durante mucho tiempo me sentí fuera de lugar, como si no tuviera el permiso implícito para ser una “persona real”. Aun así, pese a todas sus torpezas y confusiones, Frances sabe lo que busca. Y quizá por eso su historia conmueve tanto: porque nos recuerda que crecer no es una línea recta, sino un camino lleno de dudas, retrocesos y pequeños instantes de claridad.
Al final, Frances Ha no ofrece grandes revelaciones ni soluciones mágicas. Lo que muestra es algo mucho más honesto: el proceso de intentar encontrarse a uno mismo sin perder la ternura por el camino. Frances avanza a trompicones, duda, retrocede, ríe, se equivoca y vuelve a intentarlo. Y en ese ir y venir descubre que crecer no es convertirse en una versión perfecta, sino aceptar que la vida adulta también está hecha de imperfecciones, amistades que cambian y decisiones que asustan.
Quizá por eso la película emociona tanto. Porque nos recuerda que no necesitamos ser “personas reales” según el estándar de nadie más. Que cada quien madura a su ritmo, sin prisa, sin guion. Y que, incluso en medio del caos, siempre hay un momento en el que todo encaja, aunque sea por un instante: cuando te reconoces tal como eres y decides seguir adelante a tu manera.
Ovnis Y Malas Palabras
Cuando era niño no decía malas palabras; nunca sentí la necesidad de usarlas para expresarme. A corta edad ya tenía un vocabulario amplio. Usaba palabras poco comunes gracias a que había leído muchos libros y visto numerosos documentales. En algunas ocasiones he dicho que me parece muy tonto y denigrante no poder pronunciar una frase cotidiana sin incluir groserías. También me parece de mal gusto que algunas canciones románticas las utilicen; me parece poco serio e incluso inmaduro. ¿Qué son las malas palabras? Para mí, simplemente groserías.
En la secundaria tuve compañías que modificaron mi forma de ser. Llegué a convertirme en alguien muy diferente del que soy ahora. Recuerdo estar en casas abandonadas con ellos, hablando tonterías, burlándonos de los demás o presenciando batallas de albures o peleas reales. Con el tiempo empecé a expresarme con malas palabras. Al principio me faltaba fluidez, pero poco a poco se volvió algo habitual. Hablar así se hizo casi adictivo; a esa edad ya tenía otras adicciones, así que esta era la menos dañina.
Hubo algo que me hizo cambiar. No diré cuál fue la razón; solo diré que ocurrió algo que sacudió mi mundo. Me sentí fatal y quise ser mejor persona. Fue difícil dejar ese mal hábito; me tomó un año. Un amigo también decidió dejar las malas palabras, así que acordamos que cada grosería tendría un costo. Fijamos una cantidad como multa. Fallamos varias veces, perdimos y ganamos. Después de ese año, cuando por fin me liberé de esa mala influencia, desarrollé cierto rechazo hacia quienes decían malas palabras; incluso ahora siento cierta repugnancia hacia quienes hablan así constantemente. No me malinterpretes: tolero las groserías, pero no soporto estar con alguien que convierte todo en vulgaridad. A veces es casi inevitable expresarse de esa forma, pero hay personas que lo hacen como resultado de la ignorancia. Así que podría decirse que, en el fondo, lo que realmente detesto es la vulgaridad y la ignorancia.
En 2014 conocí a una chica durante una de mis visitas al médico. Tenía cita cada semana con un doctor muy reconocido, así que ya imaginarás la cantidad de pacientes que se reunían en el edificio. Allí conocí a Sofía. Como teníamos tiempo antes de la consulta, íbamos al centro, cerca del río, o al centro comercial. Ese doctor exigía que sus pacientes estuvieran allí con anticipación; yo habría podido esperar en casa y llegar a la hora exacta, pero con él eso no era posible.
Sofía era bonita, aunque no me atraía de manera romántica; lo que me llamaba la atención era su sentido del humor. Sentía que nuestra amistad tenía potencial: compartíamos un humor muy negro, nos reíamos de tonterías y de tragedias. Éramos algo así como Harold & Maude. Todo marchaba bien. Llevábamos dos meses saliendo, y casi siempre hablábamos del HAARP y de la acción fantasmal a distancia. De hecho, la conocí por un video de objetos voladores grabado en Nevada: ella lo estaba viendo en YouTube y le pregunté si de verdad creía en eso. Dijo “sí” y luego sonrió. Hablábamos de alienígenas, naves nodrizas, películas de temática extraterrestre y anécdotas que podrían pasar como encuentros cercanos del tercer tipo. Una vez me dijo que la Torre del Diablo era un árbol petrificado; no pregunté cómo lo sabía, simplemente seguí la conversación. También hablamos de Close Encounters of the Third Kind, y le confesé que esa película me hacía llorar.
Un día me habló de su familia: que sus padres estaban separados y que su padre intentaba corregir errores del pasado. Me contó que él tuvo aventuras y que eso rompió a la familia, y que ella aún no lo perdonaba por completo. Dijo que su enfermedad los había unido. Sofía era una sobreviviente de cáncer; por eso acudía a consultas semanales. Estaba libre de la enfermedad, pero seguía un tratamiento muy estricto. También me habló del apocalipsis y de cómo creía que sería el fin del mundo. Me gustaba escucharla: parecía tan convencida de sus ideas, y yo siempre he sido lo contrario. Busco la lógica en todo; hace mucho que dejé de confiar en deseos pedidos a estrellas fugaces. Todo parecía ir bien, pero cuanto más la conocía, más veía sus defectos. Uno de ellos era la cantidad de malas palabras que usaba al hablar de sus compañeros de universidad. Eso rompía la imagen que tenía de ella; para mí era muy linda, y escucharla hablar así me hacía pensar que quizá estaba equivocado. No pretendo ser moralista, pero no puedo controlar del todo lo que siento. Cada vez que decía groserías, su humor cambiaba: parecía molesta con el mundo, incluso conmigo.
¿Dónde está ella ahora?
No lo sé; perdimos el contacto. No fue por las malas palabras, sino porque en ese tiempo decidí dejar las redes sociales, incluidas las aplicaciones de mensajería instantánea. Mis recuerdos de ella son como un conjunto de imágenes: caminando juntos mientras hablábamos de ovnis con Cool Kids —su canción favorita— sonando de fondo, como un video musical. Quizá suene frío, pero no la extraño; es decir, no querría volver a esa época. Hay algo que me gustaría decirle, pero no deseo buscarla; me gustaría encontrarla algún día, de forma casual. Si pudiera decirle algo, le diría gracias por ser mi amiga cuando me quedé sin amigos, por hacer mis días más entretenidos y por elegirme para matar el tiempo.
A veces me pregunto qué habrá sido de ella: si su enfermedad regresó y si logró vencerla otra vez; si se graduó y ahora es alguien útil en el ámbito laboral; si se casó, si tuvo familia, si aún me recuerda. También siento curiosidad por saber qué pensó cuando el Pentágono desclasificó los archivos sobre el fenómeno ovni. Quizá se acordó de mí, o quizá no; quizá simplemente dijo: $%&!
La Razón De Los Silencios
viernes, 12 de marzo de 2021
Eliza Cuts (Anécdota)
En la prepa nunca me importó ser popular; de hecho, mis amigos y yo éramos los bichos raros. Apenas tenía amigos: solo éramos Frank, Christian, Eliza y yo. A veces se nos unía Carlos, que también era excluido. Con el tiempo terminamos aceptándolo en el grupo, aunque al principio no lo consideramos realmente parte de él; ya casi no se juntaba con nosotros en el colegio. Aun así, Eliza y yo pasábamos casi todas las tardes juntos. Era lo normal entre nosotros, aunque cuando Carlos iba a su casa yo prefería irme.
Elizabeth, Lizzie o “Eliza Cuts”, como la llamaba Karla, era extraña incluso para nuestros estándares. Vestía de negro, escuchaba la misma música que nosotros y tenía esa aura peculiar de las personas que parecen vivir en su propio mundo. Solía decir cosas como:
“La gente normal debería ser fusilada.”
o
“Veo fantasmas en la madrugada.”
Con esta última frase quería decir que aún tiene recuerdos tristes, cosas del pasado que la atormentaban. Yo copié su frase y me gusta usarla de vez en cuando, nunca le doy créditos. De hecho, ella misma copió esa frase de una canción de Chetes (El sonido de tu voz). Su novio (Carlos) era lo opuesto, pero eso no parecía importarle: seguía reuniéndose con nosotros como si siempre hubiera pertenecido allí.
Recuerdo que en tercer grado Eliza usaba sweaters enormes, nunca se peinaba y siempre daba la impresión de no haber dormido en semanas. Muchos se burlaban de ella, hacían chistes diciendo que se quedaba dormida en clase: “¡Eliza, no te duermas!”, “¡Despierta!”. La verdad es que nunca dormía en clase; solo buscaban un motivo para molestarla. Y ella nunca se defendía.
En esa época, los niños pasaban el día fastidiándose con el típico “ahí viene tu novia”. A mí también me lo dijeron alguna vez, pero nunca me molestó: Eliza siempre me pareció linda, y jamás la traté mal. Más de una vez estuve a punto de defenderla, junto con mi amiga, pero Eliza odiaba que la defendieran. Ella murmuraba, casi como un mantra:
“A veces sueño sus muertes.”
Además, éramos vecinos. Su hermana mayor fue mi niñera y amiga durante un tiempo, así que solía ir a su casa a ver televisión. Al principio no fui muy cercano a Eliza… al menos no hasta que empecé a conocerla mejor. Pronto se convirtió en una de mis personas más constantes, más presentes, más familiares.
(2007–2010)
En secundaria, Eliza cambió. Comenzó a preocuparse por su apariencia y, de pronto, aparecieron varios idiotas queriendo salir con ella, aunque nunca aceptó a ninguno. En esa época empecé a hablar más con ella, pero no llegamos a considerarnos mejores amigos oficialmente; simplemente hablábamos, pasábamos tiempo juntos y ya. Nunca hizo falta ponerle nombre. No fue porque ahora fuera “bonita”; para mí siempre lo fue. En ese tiempo yo estaba enamorado de Emily y me gustaba Alicia, y Eliza ya no estaba interesada en nadie.
Cubría sus brazos con brazaletes o mangas largas. Algunos decían que tenía quemaduras; otros, que eran tatuajes. Karla y yo sabíamos la verdad: intentaba ocultar cicatrices. Jamás hablaba del tema. Pasaba desapercibida porque, en esos años, el cutting era más común de lo que debería haber sido. No la juzgo: su madre era una persona horrible y los chicos del colegio no eran mejores.
(2010–2013)
En la prepa, ella y Carlos empezaron a salir. Carlos había sido popular, pero desde que empezó a salir con ella perdió a sus amigos. Nunca entendí por qué. Sí, Eliza podía ser un poco ruda, incluso con nosotros, pero nada tan grave como para justificar ese rechazo. A veces nos invitaba a su casa a escuchar música; en ese tiempo ella era la fan #1 de Deftones. En esa época escuchábamos mucho Diamond Eyes. Recuerdo que intentaba aconsejarnos sobre nuestra apariencia. Frank usaba un poco de maquillaje (aunque nunca lo admitió), y ella siempre trataba de perfeccionárselo. Ella pensaba que le hacía un favor; a él le avergonzaba, pero no decía nada.
Eliza llevaba siempre mucho maquillaje y ropa negra; Carlos, en cambio, parecía “normal”. Me recordaban a Allison y Andrew de The Breakfast Club. Mientras nosotros hablábamos con Carlos —que era agradable y gracioso—, Eliza se quedaba frente a la computadora buscando la canción perfecta. Frank se burlaba constantemente de los gustos musicales de Carlos, pero él jamás se enojaba; se reía como si nada. Christian, por su parte, siempre le hablaba de chicas, lo cual enfurecía a Eliza. Pero él seguía haciéndolo, como si no notara la tensión que provocaba. Y ella, con ese temple tan suyo, solo respondía:
“Christian, me estresas. Si fueras canción, serías puro ruido.”





