UN MUNDO PERFECTO
CAPÍTULO UNO 1995-2002
“In my dreams I’m dying all the time,
then I wake, it’s kaleidoscopic mind…”
“Nada es para siempre”, me dijo alguien justo unas horas antes de romperme el corazón. Otra persona me explicó que, con el tiempo, todos se alejan. No siempre por algo malo; a veces simplemente ocurre, sin dramas ni lecciones. Me dijeron que hay momentos en que las personas dejan de necesitarse, dejan de sumar, y que eso también forma parte de crecer. Y lo creí. Porque, al menos en mi vida, he visto cómo esa verdad se repite, una y otra vez.
A veces siento que soy un experto en conseguir que las personas se alejen. Quizás hay algo en mí que les hace saber que no soy suficiente y que merecen algo mejor. A veces siento que ya he vivido todo lo que se supone debía vivir y que ya no habrá nada nuevo, solo versiones grises de situaciones que ya experimenté. No siempre me sentí de esa manera, hubo un tiempo en que cada estrella fugaz era una oportunidad para pedir un deseo. Cuando era niño había poco que pudiera pedir, la mayoría de mis deseos se habían hecho realidad. Crecí en una familia donde nunca me preocupé por los problemas económicos, mis padres tenían todo resuelto. Pienso que viví en una burbuja donde todo parecía estar bien, una burbuja llena de privilegios y de cosas superficiales. Con el tiempo dejé de buscar estrellas fugaces, dejé de mirar el cielo nocturno esperando encontrarlas. Este mundo está diseñado para hacerte perder la fe. Nunca he sido el más hábil de mi familia, tampoco el más brillante, ni mucho menos el más importante. Probablemente mi familia es un poco diferente a las demás, nosotros nunca nos mostramos afecto; tal vez les resulte difícil creerme si les digo que nunca he escuchado a mis padres decirme “te amo” o “te quiero”. En mi familia no hacemos eso. Nunca nos reunimos para festejar fechas especiales, tampoco hablamos sobre nuestros sentimientos ni mucho menos sobre nuestras pocas anécdotas bonitas, tampoco nos damos abrazos al estar afligidos o jubilosos. Esa es una de las razones por las que nunca me refiero a mis padres con el término “papá” o “mamá”; para mí son personas muy distantes, he vivido toda mi vida con ellos y siento que apenas los conozco. Si estuvieras en una de nuestras cenas en casa solo escucharías los sonidos de los cubiertos, no nos contamos cosas como: nuestras preocupaciones e intereses; en mi familia no hacemos eso. No me malentiendan, no digo que mis padres sean seres horribles, no son monstruos; siempre nos han proveído lo mejor, eso es lo que importa, ¿no? Recuerdo con mucho cariño los viajes en familia, íbamos a todos lados, visitamos muchos lugares lindos dentro y fuera de la república. Mi hermano y yo nunca nos hemos sentido cómodos estando con alguno de nuestros padres, cuando eso ocurre hay un silencio incómodo y sentimos que en cualquier momento vamos a escuchar un regaño. La mayoría de los niños aspiran a hacer que sus padres se sientan orgullosos de sus logros, en mi caso fue así, pero dejé de esforzarme hace mucho tiempo. Quizás alguna vez los he hecho sentirse así, si así fue supongo que nunca lo sabré. Mis padres sí se muestran afecto mutuamente, lo cual es extraño, es como si se quisieran más de lo que nos quieren.
Mi padre conoció a mi madre en un taxi, ambos iban hacia el mismo lugar. Ella viene de una familia muy conservadora, sus padres no querían que se case; en cambio, mi padre viene de una familia en donde a su padre no le importaba mucho lo que hiciera con su vida. Ellos volvieron a encontrarse después, pero mi padre no se atrevía a hablar con ella, así que su hermana se hizo amiga de mi madre, solo así pudieron volver a hablar. Con el tiempo comenzaron a salir, tenían las mismas metas, así que supongo que ese fue un factor importante para que decidieran casarse. Se casaron en 1991, mi hermano nació en 1994, yo un año después. Dedicaron los primeros dos años de su matrimonio para viajar, tuvieron una buena vida, un buen comienzo. Mi padre compró una propiedad y construyó su casa, una casa grande porque siempre quiso tener muchos hijos. Al final se conformó con dos, ahora nuestra casa es más grande de lo necesario.
Cuando era pequeño tenía problemas de salud, no podía estar treinta minutos bajo el sol sin tener una hemorragia nasal, eso me asustaba demasiado, después de todo solo tenía seis años. Cuando esto sucedía me recostaba en el suelo y esperaba a que la hemorragia cesara, mientras eso sucedía podía escuchar a los demás niños murmurando, algunos expresaban lo gracioso que les parecía mi situación mientras que otros expresaban asco, no los culpo, yo también habría sentido repulsión hacia mi persona. Frecuentemente tenía visitas al doctor, esos recuerdos me causan mucha tristeza, esas citas me aterraban demasiado. Estaba en la sala de espera hasta que llegaba mi turno, en la sala de espera tenían muchas revistas, de ciencia, chismes, cómics y cuentos cortos. Yo leía las de ciencia y chismes, lo sé, me da vergüenza admitirlo, pero es la verdad. Con el tiempo comencé a leer los cómics. Eran números aleatorios (y viejos) de Batman y Archie, después de leer me quedaba pensando qué habrá sido de Batman y Betty. Las revistas de farándula tenían muchos anuncios de productos, como suplementos alimenticios y zapatos. No podía evitar sentir envidia de las familias que aparecían en esos anuncios, las personas de las fotos se veían tan felices, yo quería ser así. Quería tener una vida de revista, pensaba: “¿por qué no puedo tener una familia así?”. Fantaseaba con una vida perfecta, me causaba felicidad mirar esas fotos, pero muy en el fondo de mi corazón crecía resentimiento y tristeza. Mis padres nunca me han abrazado, quizás lo hicieron cuando era muy pequeño porque no lo recuerdo. Cuando hacía algo bien solo se limitaban a decir “sigue así”, esa era su manera de decir “estoy orgulloso de ti, no hagas que cambie de opinión”. Ni siquiera recibí un abrazo en los días que cumplí años, para nosotros eran días como cualquier otro. ¿Ahora entiendes por qué no me gustan los abrazos? En mi familia no hacemos eso. Los cumpleaños nunca me han parecido importantes, a menos que seas John Lennon o David Bowie, en esos casos diré alguna efeméride en tu honor.
Me encanta poder decir que nací en los 90s, fue una época hermosa, había buena música, buenas series, buenas películas, aún había buenos valores, los niños no tenían la urgencia de crecer o de querer ser como algún influencer. La gente usaba mucho gel para el cabello, las vestimentas desbordaban color, por lo general eran colores muy intensos. Las niñas estaban enamoradas de Kevin Richardson, mientras que los niños lo estábamos de Alicia Silverstone o Liv Tyler. Fue una época de música muy comercial, como: el eurodance, electro pop, teen pop, bubblegum pop, el nacimiento del nu metal, el fin del grunge, el inicio del brit-pop (rock británico). Los videos musicales eran muy coloridos, tenían ambientaciones muy futuristas y con efectos CGI bastante malos. Mucha gente anhelaba que llegue el año 2000, otros le tenían miedo pues creían que sería el fin del mundo. Esta época fue interesante, sí, me refiero al Y2K. Los 90s también fueron una época de cambio en el cine, en 1995 se estrenó la primera película animada por ordenadores; nunca olvidaré la primera vez que vi ese tipo de animación. Quizás las nuevas generaciones ya no sepan lo impactante que fue eso pues cuando nacieron eso ya era algo común.
Me gustan las películas donde todo se va al diablo en los últimos minutos; siento que es más creíble. Las cosas no siempre resultan como uno quiere, casi todos creen entender eso, pero no lo entienden completamente hasta que les pasa. No me considero pesimista, sin embargo, hay cosas que prefiero ya no hacer por miedo a que me rompan el corazón; a veces siento ganas de tener experiencias nuevas, pero por más que lo intente siempre las vivo desde mi zona de confort, mi búnker emocional en donde nada ni nadie puede hacerme daño. Vivir así es como estar en una prisión que cada año se vuelve más pequeña, pero al mismo tiempo se vuelve más familiar. Como casi todo niño, tuve sueños muy irreales, como: ser astronauta, director de cine, artista de comics, estrella de rock y escritor. Mi optimismo me hacía creer que todo esto era posible, incluso imaginaba que podía ser todo eso al mismo tiempo. Ahora siento que una vida no es suficiente, tendría que vivir siendo estrella de rock, morir a los 27 y luego reencarnar y ahora ser director de cine, hacer eso una y otra vez hasta cumplir todos mis sueños. Con este ejemplo no quiero que piensen que creo en la reencarnación, yo no creo en esas cosas.
Los primeros dos años de primaria los estudié en otra ciudad. Nos despertábamos muy temprano para llegar a tiempo. Mi hermano siempre elegía el asiento delantero, al lado de mi padre. Yo en cambio, prefería sentarme atrás, desde allí podía mirar por la ventana sin tener que conversar con nadie. Odio tener conversaciones vacías, de esas cuyo único objetivo es matar el tiempo. Por eso prefería viajar atrás. Me perdía mirando las casas, los árboles, gente caminando hacia su trabajo; también me entretenía tratando de enumerar cuántos autos rojos podía observar. Recuerdo la escena como una película de Sofia Coppola, con tonos azules y luces reflejándose en el cristal de la ventana. Tengo muchos recuerdos cinematográficos, quizás no ocurrieron así pero así los recuerdo, me gusta ver mi vida como una serie o película. Quizás lo sea, quizás estoy en un universo como el de The Truman Show.
A esa edad mi mentalidad era más positiva, creía que podía hacer lo que quisiera, incluso volar si lo deseaba intensamente. No me daba cuenta de que los demás no eran como yo, que no les importaba lo mismo y que no tenían por qué encontrarme agradable. Con el tiempo sucedieron cosas que me hicieron darme cuenta de que la vida no es como en las películas. Recuerdo que en esta época mi padre estaba obsesionado con las compras, llamaba y compraba cualquier producto que anunciaran en televisión. La casa se llenó de electrodomésticos, cuando el anunciante decía “llame ahora” mi padre tomaba el teléfono y en efecto, llamaba ahora. Mi madre estaba todo el tiempo leyendo libros sobre psicología, en ese tiempo mi hermano y yo estábamos asustados, nuestra ingenuidad nos hizo creer que nos haría psicoanálisis y no podríamos volver a decirle una mentira. El ambiente familiar era muy aburrido, estábamos en casa con personas que claramente no querían convivir con nosotros. Me sentía como Cecilia Lisbon, me sentía enjaulado. Mi escape estaba en los libros y la televisión. Antes de cumplir los seis años yo ya había leído muchos libros, había leído a Gabriel García Márquez, Franz Kafka, Oscar Wilde, Edgar Allan Poe, H.G. Wells, Jane Austen, Agatha Christie y mi autor favorito, Lewis Carroll.
Hasta este día puedo recordar algunos sueños de esa época, mis sueños se agrupaban en tres categorías. En la primera categoría están aquellos sueños donde estoy cayendo de un edificio, estoy en una ciudad parecida a Nueva York, puedo ver que el cielo está nublado y la atmósfera tiene colores verdes y azules, como si estuviera en Matrix. Después caigo y despierto en la madrugada y siento que de verdad estaba cayendo. La segunda categoría es sobre esos sueños donde consigo lo que quiero, en ese tiempo soñaba que tenía una familia feliz como las familias modelo que salen en las revistas y comerciales de tv. La tercera categoría es de aquellos en donde estoy solo en el mundo, aparezco en un bosque y corro hacia mi casa y no encuentro a nadie, salgo a la calle y grito, pero nadie me escucha. Después me sucede algo malo, en algunos sueños veía zombis, asesinos y explosiones. Una vez soñé que estaba en la calle y vi una nube aproximándose hacia mí, todo lo que esta nube tocaba se volvía cenizas. Corro hacia mi casa, entro y salto la barda trasera y corro entre los pinos, intento subir una colina, pero la nube me alcanza y entonces despierto. Es por eso que a veces digo que en mis sueños siempre estoy muriendo.
En 2002 tuve mi primera experiencia con el “amor”. Se llama Alejandra. Ambos teníamos siete años. La conocí un año antes, pero solo éramos buenos amigos. Ella era más alta que yo, era delgada y tenía cabello castaño y un poco ondulado, era de piel clara, ojos de color café oscuro, grandes y brillosos; no podía pronunciar palabras largas como “crucigrama” o “cuadrilátero”. Era muy graciosa y cariñosa pero no me interesaba de forma romántica, solo era mi amiga y compañera de travesuras. Hasta ese día solo me había enamorado de Monica Bellucci, Alicia Silverstone y Winona Ryder. Alguien me dijo que Alejandra estaba enamorada de mí; creo que hay algo extraño conmigo pues tengo la tendencia de ser un cretino cuando descubro que le gusto a alguien. Tengo la teoría de que se debe a mi inseguridad, creo que intento destruir esa ilusión que algunas personas tienen de mí, es como si les dijera “no soy lo que crees, no te conviene salir conmigo, seguro puedes conseguir algo mejor”. Alejandra y yo éramos buenos amigos, pero descubrir sus sentimientos me hizo alejarme, dejé de saludarla y la evitaba todo el tiempo; es raro, pero eso solo hizo que sus sentimientos se hicieran más intensos. Con el tiempo empecé a sentir lo mismo, pero no estaba dispuesto a demostrarlo. Supe que sentía lo mismo cuando fuimos a la feria de su ciudad, estábamos con nuestras familias, entonces nos subimos a –lo que nosotros llamábamos– carritos chocones, esa noche sentí mariposas en el estómago. El momento exacto fue cuando nos sentamos juntos. Quizás te preguntes cómo soy capaz de recordarlo, pero… ¿cómo podría olvidarlo? Ese momento fue mágico.
De niño uno cree que sabe lo que es el amor y llama “enamoramiento” a la atracción física, la verdad es que –en mi opinión– a lo largo de su vida uno se enamora solo una o dos veces. Creces y descubres que aquello no era amor y te das cuenta de que no es fácil encontrar el amor verdadero. Hay gente que muere sin haberlo encontrado, eso puede ser sorprendente y aterrador. Por si te lo preguntabas, solo me he enamorado tres veces. No estoy en contra de tener una relación romántica con alguien de quien crees no estar enamorado, yo mismo he tenido relaciones románticas con personas solo porque me resultaban bonitas o agradables. En la última década he aprendido a no depender emocionalmente de nadie, no voy a estar en una relación romántica solo porque me siento solo y triste.
Alejandra era la niña más efusiva que conocí, me sentía como Pepe Le Pew en ese episodio donde Penelope lo seguía a todas partes. Al principio me parecía algo lindo, pero en cuestión de semanas comenzó a incomodarme, los sentimientos lindos hacia ella desaparecieron, solo quería que me dejara en paz. Su prima me contaba cosas que solo me hacían sentir más rechazo hacia ella. Me hablaba de sus fantasías, parecía que vivía en un mundo perfecto, en su mente yo estaba tan enamorado de ella como ella de mí. Antes de eso fuimos inseparables, nos llevábamos de una forma muy peculiar. Si había un charco significaba que yo la empujaría en él; si había un hormiguero significaba que ella lo provocaría y de alguna manera haría que las hormigas me piquen. Nos gustaba llevarnos así, fue una de las primeras amigas que tuve y una de las primeras personas que no me rechazaron al descubrir cómo soy en realidad. La mayoría de las personas creen que soy muy inocente o educado, pero en realidad tengo un sentido del humor muy polémico, también soy muy rudo, además de que cuando estoy en confianza expreso mi forma de pensar sin ningún filtro. Nuestra amistad ya no fue lo mismo, era una lástima que las cosas se hayan tornado en algo incómodo. No le dije que ese era mi último año en esa escuela, llegó el último día y la abandoné, ni siquiera sentí lástima. Recuerdo su rostro cuando supo que ya no nos veríamos. Cuando me cambié de escuela no supe qué fue de ella, ni siquiera me despedí. Años más tarde (en 2010) la vi en una fiesta de un amigo, se veía muy bonita, vestía una blusa negra y un suéter rosa con cierre, y una falda corta. Estuvo toda la noche en una esquina cruzada de brazos, como si no quisiera estar allí, no tuve el valor de acercarme, aunque lo hubiera hecho no sé qué habría dicho o si me hubiera respondido.
Hasta ahora la vida era buena, el mundo parecía perfecto. Había cosas negativas, pero podía lidiar con ello, el universo me favorecía a su manera. No me relacioné con los niños de mi ciudad hasta 2003, pero tenía una vaga noción de cómo eran gracias a un vecino llamado Luís. Todos lo llamábamos Lui o Luigi. Él era mayor, por seis meses, por lo tanto, era más fuerte y alto que yo. Siempre estaba a la defensiva, tenía una respuesta sarcástica para absolutamente todo. Le gustaba el contacto físico, a veces te abrazaba, o a veces te empujaba o trataba de derribarte. Una vez leí que ese tipo de personas tienen asuntos reprimidos, pero con Lui no es así, sí le gustan las chicas. Cuando era pequeño nunca confié completamente en él, era la clase de niño que te escuchaba de manera empática, pero al siguiente día te dabas cuenta de que ya había revelado tus secretos. Era como Chowder de Monster House, cuando salíamos y conocíamos a una niña linda me hacía cómplice de sus mentiras para parecer interesante y a veces trataba de hacerme quedar mal. Como aquella vez que fuimos a una fiesta a casa de un primo mío, había dos niñas lindas que después de sonreír y hablar entre ellas se atrevieron a hablarnos. Nos preguntaron cómo nos entreteníamos aquí, Lui le dijo que él casi no estaba, que siempre iba al bosque con sus amigos, lo cual era mentira, lo más cercano que tenía a un amigo éramos mi hermano y yo. Lo peor es que no dejaba de decirme: “¿verdad?”. Después de un rato le dijo a una de ellas que yo estaba observándola desde que llegó, creo que le dijo que yo la deseaba o algo así; gracias a eso ellas empezaron a verme como si fuera un bicho raro (sí lo soy, pero no tenían por qué mirarme así), incluso un tío me ofreció unos binoculares para observarla mejor, la intención de ese tío era burlarse de mí. Así era Luigi, había momentos en que creías que era un buen amigo, pero luego –cuando menos lo esperabas– alimentaba tu desconfianza en él. En la escuela los demás niños lo odiaban, cuando lo veían acercarse decían “que no venga aquí, que no venga aquí”. No eran crueles, es solo que Lui se había ganado el rechazo gracias a su actitud molesta, él no lo notaba, de hecho, tenía una visión muy distorsiona de la realidad, pensaba que todos lo apreciaban. Llegaba a donde estábamos y nos hacía cosquillas, nosotros solo le hacíamos ver –sutilmente– que estaba incomodándonos, pero no lo captaba.
Mi familia consta de cinco personas. Si sientes curiosidad de saber quién es el quinto miembro lamento decirte que no hablaré de eso, así que no me preguntes, o lo tomaré como una falta de respeto. Mis padres siempre han sido comprensivos con nosotros; estudiaron pedagogía, supongo que es por eso. Mi padre es ocho años mayor que mi madre. Él estudió pedagogía sin una razón definida, a veces creo que lo hizo porque era lo más común, sospecho que mi madre estudió eso solo por el sueldo. Mi padre siempre me contaba sobre sus años de juventud, las tonterías que hizo en la universidad, también acerca de la música que escuchaba. Cuando terminó sus estudios recorrió la república en auto en compañía de sus tres mejores amigos. Dice que al encender la radio había música de The Outfield y New Order. También me contaba cómo fue ver en el cine The Karate Kid, Close Encounters Of The Third Kind, Ghostbusters y Star Wars. En mi opinión vivió la mejor época de la cultura pop. A finales de los ochentas le asignaron dar clases en una escuela rural que estaba en las montañas de Hidalgo, no había manera de llegar allí en auto. Hacía mucho frío y los habitantes decían que había leones y pumas. Gracias a sus fotos sé que tenía cabello largo, usaba jeans ajustados y camisas con figuras raras, como estilo new wave. Cada fin de semana caminaba seis horas hasta el pueblo más cercano, allí le enviaba cartas a su madre, pues allí no había teléfono. No conocí a mi abuela, ella murió antes de que mis padres se conocieran. Todas las personas dicen que era la persona más amable, educada y generosa. Y les creo. En cambio, mi abuelo fue muy estricto con sus hijos, nunca les mostró afecto por medio de palabras. Incluso, a principios de los noventa mi padre trató de cambiar su apellido, no quería estar relacionado con su padre, nunca nos dijo qué fue lo que sucedió, pero debió ser algo muy grave. Ojalá lo hubiera hecho, ya que odio mi apellido. Con nosotros, mi abuelo fue muy diferente. Nos trató muy bien, era permisivo y cariñoso. En la actualidad nos sigue hablando como si fuésemos niños. Él es un hombre alto y delgado, es muy pálido; usa lentes oscuros con aumento y colecciona armas y vinos. No acostumbra a beber alcohol, y cuando bebe lo hace con moderación. Todavía no acepto que ya no esté con nosotros, de hecho, mientras escribía esto noté que hablo de él como si aún viviera. A veces voy a su casa y siento que llegará en cualquier momento y me preguntará si ya he comido o si he estado bien. Escuchaba música de su época, un poco de Santo & Johnny y Agustín Lara. Le gustaba ver documentales de vez en cuando, también spaghetti westerns, aunque no solía ver mucha televisión, creo que es una de las razones por las que amo los documentales y el cine de Sergio Leone.
Nuestra familia está dividida, mi abuelo y su hermano no se hablan desde principios de los 90s, ambos tenían buen estatus económico. He escuchado que su problema se debía a algo relacionado con sus negocios, una mala jugada; sinceramente no sé quién fue el malo de la historia y no me interesa saberlo. Debido a eso algunos tíos y primos nos ignoran hasta ahora, a veces los encuentro por la calle y me abstengo de saludarlos pues sé que van a ignorarme. Desde pequeño me di cuenta de cuan déspotas son, los escuchaba intentando humillar a cualquier persona que no tuviera su nivel económico o académico. Muchos de ellos tienen personas trabajando a su disposición, así que era común que estas personas recibieran tratos poco agradables. No son personas con quien querrías relacionarte. Solo nos relacionamos con la otra mitad de la familia (la descendencia de mi abuelo), son déspotas y presumidos, pero al menos no son tan idiotas como la descendencia del hermano de mi abuelo. En este lado de la familia algunos intentan ser buenos –fracasan– pero por lo menos lo intentan.
Una vez alguien me preguntó si considero que mi infancia fue triste, hasta ahora no estoy seguro de qué responder, hay cosas que hubiese querido saber antes, como que durante las discusiones de mis padres no estaba obligado a tomar partido, o que no estaba mal ser diferente, que las amistades no duran para siempre y que debí disfrutar cada momento y no apresurarme a crecer. Quizás todo habría sido más sencillo de esa manera, sin embargo, creo que hay pocas cosas que me gustaría cambiar, una de ellas es que desearía haber apreciado más el presente, esas tardes jugando baseball con mis vecinos o viendo televisión con mi hermano. Cuando era niño tenía prisa por crecer, quería ser adolescente, y cuando fui adolescente quería ser adulto. No estuve satisfecho con las etapas de mi vida, no sé si todos cometan ese error. Hay cosas que uno cree que durarán para siempre, también hay cosas que uno posterga por miedo al fracaso o al cambio, pero el tiempo avanza más rápido de lo que uno espera y un día ya eres un adulto con responsabilidades, pero sientes que todo lo que amas se quedó allá en el pasado. A veces pienso que de verdad hay algo malo en mí por la manera en que estoy atado al pasado. Creo que antes todo era mejor, no sé si el mundo en verdad cambió, pero desde diciembre de 2010 veo todo de color gris. No quiero ser esa clase de persona que se pasa diciendo que en sus tiempos todo era mejor, pero desde mi perspectiva sí lo fue, daría todo por poder regresar al 2003. Me gustaría despertar una mañana y descubrir que estuve soñando, que aún poseo esa vida y que todo va a estar bien porque aún existe ese mundo perfecto en el cual era feliz.
Cuando era niño mi personalidad se basaba en lo que veía en la televisión. Recuerdo una mañana, estaba viendo Mtv y de pronto vi un video musical de The Verve, de la canción Bitter Sweet Symphony para ser exacto. Ese video hizo que adoptara la personalidad de Richard Ashcroft, nunca había visto algo tan cool. Me encantó su forma de caminar y demostrar que no le importa nada. Incluso ahora tengo el deseo de salir a la calle y emular dicho video. El cine siempre ha sido muy importante en mi vida, recuerdo las películas que me hacían sentir algo. Lloré demasiado cuando vi por primera vez: Schindler’s List de Steven Spielberg, también cuando vi La Vita É Bella de Roberto Benigni. Otras películas que me hacían llorar fueron Edward Scissorhands, Big Fish y Before Women Had Wings. Esta última es una película dramática, la historia es sobre el alcoholismo y cómo atenta contra la integridad familiar. Trata sobre una mujer que maltrata a sus hijas de forma física y emocional. Nunca he vivido algo así, sin embargo, me sentía muy afectado por esa trama, por las injusticias que afrontan muchas mujeres. Big Fish de Tim Burton es una película muy especial para mí, mi padre y yo no somos unidos, esa película retrata nuestra relación, a excepción de que él nunca ha sido cariñoso conmigo. No puedo evitar llorar con ese final. Otra película que me dejó helado fue Dancer In The Dark de Lars Von Trier, esta película refleja todas las injusticias a las que se enfrentan algunas mujeres que tienen que criar a sus hijos sin ayuda de un padre, hasta este día el final sigue rompiendo mi corazón. Si me conoces bien sabrás que mi trilogía favorita es Trois Couleurs de Krzysztoff Kiewslowski, especialmente Rouge de 1994, que en español significa ‘rojo’. La historia es sobre la fraternidad, retrata la inesperada amistad entre un viejo amargado y una hermosa joven. Es una película demasiado especial para mí. También me gustaba ver musicales. El primero que vi fue Grease (1978), esa película me hizo amar la música, el cine y el arte en general. La vi cuando tenía cuatro o cinco años, recuerdo que le rogué a mis padres para que me compren el soundtrack. Un día mi padre regresó de un viaje y me regaló el soundtrack original, esa fue una de las pocas veces que sentí su amor. Escuchaba ese CD hasta el cansancio, estaba enamorado de la voz de Olivia Newton-John. Posteriormente me compraron también los soundtracks de Dirty Dancing (1987) y Footloose (1984). Hasta ahora creo que el final de Grease es uno de los mejores de la historia del cine. Amo el cine de Tim Burton desde que tengo memoria, siempre ha sido un mundo fantástico al que viajo cuando el mundo real comienza a abrumarme. Cada película de Burton es especial para mí, tengo muchos recuerdos bonitos viendo sus historias. Si alguna vez insultas a Tim Burton no habrá nada que pueda evitar que me aleje de ti, si lo haces no hay vuelta atrás, lo mismo con David Bowie y John Lennon; así que no hables mal de ellos si quieres que nuestra relación dure.
Es evidente que tengo amor por las películas de superhéroes. Todo comenzó cuando vi Batman (1989) de Tim Burton. Fue la primera película de superhéroes que vi en mi vida. Posteriormente vi Superman (1978) del director Richard Donner. Esto sucedió en 1999 –aproximadamente– y desde entonces me enamoré de esa clase de películas. Luego, en el 2000 vi X-Men de Bryan Singer. Fue entonces cuando encontré una de las cosas que más amo. No entenderías cuánto significan para mí los mutantes, amo toda su historia. Siempre me he sentido fuera de lugar, sé que soy diferente, y no lo digo con soberbia. Los mutantes son rechazados por el simple hecho de existir, solo por nacer siendo como son. Esto tiene un gran impacto en mi vida, siento que soy un mutante. He leído todos los números de X-Men y Uncanny X-Men, Astonishing X-Men, New Mutants, X-Factor y cualquier cómic de ellos que pueda leer; podría hablar de ese tema por horas, incluso escribir un libro explicando todas sus aventuras. Dejé de leer cómics en 2020, esto por problemas personales. Era geek antes de que serlo fuese considerado algo cool.
Recuerdo la primera vez que vi A Little Princess de Alfonso Cuarón, fue un domingo, ese día habíamos estado fuera todo el día. Llegamos a casa al atardecer, llegué a mi habitación y encendí el televisor con la esperanza de encontrar alguna película de culto o algún clásico. Esto sucedió en algún punto del 2000, esta película se estrenó en 1995, el año en que nací. A Little Princess me hizo llorar demasiado, creo que es una de esas películas que me hicieron empatizar con las mujeres, me gustaba esa sensación de poder sufrir los problemas de alguien más. La trama es sobre una niña pequeña llamada Sara Crewe, es hija del capitán Richard Crewe, quien goza de ser un aristócrata que vivió en India, su esposa murió dando a luz. Recibe el llamado para luchar en la primera guerra mundial, así que tiene que dejar a su hija en un internado de niñas que está en Londres. Allí Sara tiene que sobrevivir a la Srta. Minchin, una mujer muy estricta. Un día Sara recibe una mala noticia, desde entonces su vida cambia, pasa de ser la niña con más lujos del internado a ser la sirvienta. Sara Crewe se convirtió en una heroína para mí, recuerdo haberle pedido a la vida una persona igual de valiente y soñadora, una Sara Crewe.
En 2001 mi hermano, mi primo y yo solíamos jugar con la videocámara de mi padre, grabábamos nuestras versiones de Smallville y Power Rangers Lightspeed Rescue. Nos gustaba inventar nuestras tramas. Desde temprana edad aprendimos a usar cámaras, eso nos ayudó a experimentar con técnicas que íbamos descubriendo. Grabábamos escenas en el patio de nuestro abuelo, él tenía una casa enorme donde había muchos árboles, también había relieves donde uno podía jugar a esconderse. Recuerdo una vez que intentamos grabar una versión del bullet-time de The Matrix, obviamente salió mal. Mi hermano hizo que Eduardo cayera, eso hizo que lo persiguiera por toda la cuadra, quería golpearlo con una piedra. Desde que tengo memoria siempre nos hemos llevado bien solo con uno de nuestros primos, Eduardo. A veces peleábamos, a veces de forma literal, pero al final siempre regresábamos y todo volvía a ser como antes. Nuestra familia es muy conservadora, pero sus padres eran más permisivos, en cambio los nuestros eran estrictos, todas las caricaturas pasaban por un filtro de aprobación, seleccionaban lo que veíamos. Restringirnos de esa manera solo logró que nos volviéramos más hábiles para buscar libertad. Tenía un primo mayor que nosotros, mi hermano tenía siete años, Eduardo seis y medio, yo seis; este primo tenía aproximadamente veinte años, tenía una gran colección de películas, muchas en VHS y algunas en DVD, mi hermano y yo vimos muchas películas, algunas desconocidas y otras muy comerciales. Gracias a estas circunstancias desarrollé amor por la cultura pop y por el cine, creé una realidad diferente. Algunos dirían que estuvo mal haberme creado este mundo de fantasía, pero discrepo, eso hizo que mi infancia no fuera tan monótona. Cuando era pequeño creía que Batman y Wolverine eran reales, sé que parece tonto, pero me deprimí por primera vez el día en que alguien me dijo que eran una fantasía. Después de ver X-Men (2000) creí que los mutantes existían y que mis superpoderes se revelarían en la adolescencia, obviamente nunca sucedió.
La música también fue algo importante durante mis primeros años, al principio no tanto como lo era el cine, conforme el tiempo iba pasando la música se convirtió en lo principal. En ese tiempo -mi infancia- estaban de moda: Backstreet Boys, Nsync, Britney Spears, Shania Twain, Santana, Christina Aguilera, Cher, Smash Mouth, Savage Garden, Lenny Kravitz, Vengaboys, Aqua, Destiny’s Child, Jay Z, Eminen etc… Mi padre tenía una costumbre en los días domingo, escuchaba música desde muy temprano. Tengo recuerdos de estar en mi habitación viendo luces de diferentes colores, cada luz correspondía a una nota diferente, no supe esto hasta muchos años después. A este fenómeno audiovisual se le conoce como sinestesia, actualmente estoy perdiendo esta habilidad. En mi familia hay quienes saben tocar instrumentos, pero no es bien visto. Ellos solo te admiran si eres abogado, político, ingeniero, arquitecto, maestro o licenciado. A los músicos nos ven como algo exótico, algo alternativo. Nunca les digas que la música es tu fuente de ingresos porque creerán que eres un hippie. Eso aplica en casi todo lo artístico, tengo un primo que es diseñador gráfico, a lo largo de los años he escuchado cientos de títulos despectivo cuando hablan sobre él. Eso nunca ha sido un obstáculo para mi aprendizaje musical, no me importa agradarles. En mi infancia escuchaba “música antigua”, así se refería mi hermano a mis gustos musicales. Solo escuchaba la música que mi padre había comprado, él pasaba las tardes en su estudio escuchando canciones de Abba, Bee Gees, The Beatles, The Outfield, Air Supply, Simon & Garfunkel, Tears For Fears; también escuchaba los CDs que me había regalado, como el de Grease, Footloose, Dirty Dancing y La Bamba. En su colección había música en español, escuchaba canciones de José José, Roberto Carlos, también algo más moderno (en aquella época) como Caifanes y Café Tacvba.
Hasta ese año (2001) no tenía amigas en mi ciudad, solo éramos mi primo Eduardo, Lui y mi hermano. Eso cambió cuando tenía siete años, fue entonces cuando conocí a Clarissa; me gusta escribir su nombre con doble s, como en la serie de nickelodeon, Clarissa Explains It All (1991). Ella tenía catorce años, vivía al lado; antes había estado viviendo con sus padres en la capital. La primera vez que hablé con ella fue en el funeral de mi bisabuelo. Clarissa es esa clase de chica que no importa lo que haga siempre se verá cool, cualquiera querría ser su amigo. Conocía artistas y bandas que yo no, coincidíamos en que a ambos nos gustaba Avril Lavigne, U2, Guns N’ Roses, Aerosmith, The Flaming Lips, The Cranberries, Michelle Branch, Deftones, Blink-182, Lynda Thomas, David Bowie, La Oreja de Van Gogh, Jumbo y Jaguares. Tenía discos compacto-originales y también cassettes, también tenía posters de actores que encontraba atractivos. Su habitación era como un museo alternativo. Ella sabía mucho sobre cine, me gustaba escucharla narrar películas de terror. Durante mucho tiempo fue una especie de conciencia, de vez en cuando me aconsejaba, me gustaba verla sonreír cada vez que me veía. En esos momentos de interacción social no podía evitar sentir que no soy lo suficientemente cool como para hablar con alguien como ella. Clarissa tenía cabello corto hasta los hombros, sus cejas eran lo que la hacía atractiva para mí, me gustaba su sonrisa y su voz, hablaba como personaje de serie de los 90’s, usaba colores calidos, como verde oscuro, vino, gris, negro. Ella fue una de las primeras amigas que tuve, no pasábamos mucho tiempo juntos ni nada así, solo congeniábamos muy bien. Tenía un estilo muy happy punk, algo desaliñada y relajada, pero siempre linda. Tenía una hermana menor que ella, yo era mayor que ella por meses, su nombre es Eliza, más tarde sería mi compañera. Eliza era muy bonita, siempre estaba despeinada y parecía que todo el tiempo tenía sueño. Era muy rara, ruda y un poco agresiva cuando no le gustaba algo.
Tenía seis años cuando conocí a Eliza, mi vecina de al lado. Vivíamos en un barrio donde los sonidos de la ciudad parecían apaciguarse un poco. Eliza pasaba tiempo conmigo, pero hablaba poco. Le gustaba hacer comentarios muy puntuales, hablaba solo cuando era necesario. Recuerdo que a veces su hermana nos compraba caramelos, Eliza me dejaba los caramelos con envoltura roja pues sabía que ese es mi color favorito. A veces cuando estábamos en mi habitación Eliza acomodaba mis objetos para evitar algún accidente. Un día me regaló un juguete que encontró en un Kinder Sorpresa, no dijo nada al dármelo, solo lo puso en mi mano.
Jugábamos a escondernos entre los jardines de los vecinos o a perseguir insectos voladores como si fuesen avionetas y nosotros monstruos gigantes. Nunca me lo dijo, pero cada gesto suyo —un empujón suave al columpio, una media sonrisa cuando me alcanzaba corriendo, un caramelo rojo o un juguete pequeño— era su manera de decir que le importaba. Y yo, aunque no entendía del todo ese lenguaje, lo sentía. Crecimos, claro, y las palabras vinieron después. Pero nunca olvidaré esa infancia con Eliza, cuando el cariño se medía en silencios compartidos y detalles que hablaban más que cualquier frase.
Era tarde y como de costumbre yo estaba en casa de Clarissa. MTV estaba encendido, como siempre, y sonaba Tornasol de La Gusana Ciega. Entonces, la vi: Eliza cantaba "Vuelves a ser mis sueños, mi dulce sirena". Claro, me enamoré de ella. Bastaba un instante así para decidir con mi inmadurez que quería estar con ella para siempre. Esa fue la primera vez que sentí algo que no supe nombrar. No importa cuantos años pasen o cuan diferente sea, esa imagen de ella cantando Tornasol, sigue en mí como una fotografía escondida en un cajón que uno nunca quiere olvidar. Eliza es mi hada, la que sana mis heridas y me salva de los monstruos que yo mismo fabrico con mis malas decisiones. Aunque putrefacto, soy su fruto amado.
Soy algo complicado, mi sentido del humor es algo ofensivo. Hace unos años una amiga me contó que en su universidad estaba tomando clases de francés, cualquier otra persona le habría dicho “wow, eso es increíble”. Yo le dije: “¿en qué semestre dejan de ducharse?”. Incluso ahora, mientras escribo esto no puedo evitar reír, tienes que admitir que fue gracioso. Lo bueno es que ahora tengo amistades que aceptan mi sentido del humor, estas personas no se ofenden con mis comentarios. No siempre tuve personas así, la mayoría de las veces la gente dejaba de hablarme porque se sentían ofendidos. Las únicas amistades que tuve en esta época fueron las hijas de un amigo de mi padre, ellas estaban en el rango de nuestra edad, yo tenía siete años y mi hermano ocho, ellas eran: Elizabeth (de mi edad) y Sara (de la edad de mi hermano). No estoy hablando de la misma Eliza, sino de otra. Algunos fines de semana íbamos a su casa. Mientras los adultos hablaban nosotros jugábamos en su habitación, recuerdo que jugábamos a interpretar escenas de películas, también competíamos sobre quién podía leer más rápido, o en algunas ocasiones solo veíamos la televisión. En ese tiempo estaba de moda Pokémon y Digimon. A veces podían ser insoportables, pero la mayor parte del tiempo eran lindas. Sé que le gustaba a Elizabeth, y admito que ella también me gustaba, pero nunca se lo dije, a esa edad uno no hace esas cosas. A esa edad uno solo piensa en divertirse de manera sana, no hay tiempo para el amor. Otra amistad fue, obviamente, Alejandra. Ella siempre tendrá un rinconcito en alguna parte de mi corazón.
Mi hermano y yo pasábamos algunos veranos en casa de nuestros abuelos maternos, me gustaba eso. Todos los días jugábamos con mis primos y los vecinos, jugábamos en la calle. Jugábamos futbol, baseball, a escondernos y a los quemados. También íbamos a un terreno que estaba cerca de casa, había pinos y arbustos, árboles y mucho pasto; allí jugábamos cartas y hacíamos apuestas. También nos gustaba ver televisión, en este tiempo había buena programación. Recuerdo las golosinas que comprábamos, también cómo nos subíamos a un árbol y no bajábamos hasta que no quedara una. Aún tengo algunas cicatrices que ahora son la única prueba física de esos días de felicidad e inocencia, ahora que lo pienso, quizás sí fui feliz. En esa época la mayoría de los hombres estaban enamorados de Britney Spears o Christina Aguilera. Fue una época bastante comercial, estaban de moda los reality show, los programas de cámara oculta, los dramas adolescentes. El nu metal y el teen pop estaban en pleno auge y el mundo estaba siendo invadido por el internet. Los niños y adolescentes estaban fascinados por Blink-182, Limp Bizkit, Nickelback, Incubus, Linkin Park, Korn, Eminem, Britney Spears, Michelle Branch, The Cranberries, Dido, Red Hot Chili Peppers etc… Vivimos la última época gloriosa del rock, pop y la televisión. Bueno, no todo es positivo. En una ocasión tuvimos problemas con un primo, él y su amigo estaban molestándonos. Ellos eran mayores que nosotros, tres o cuatro años. De pronto, mi hermano y yo tomamos rocas y comenzamos a golpearlos en la cabeza, ellos comenzaron a llorar. Entonces, cuando estaban en el suelo comenzamos a patearlos en el estómago. Mi hermano y yo podíamos ser muy sádicos. No era buena idea meterte con nosotros. Este primo nunca contó lo ocurrido, si lo hacía nosotros diríamos sus secretos, como que lo habíamos visto fumando y viendo revistas porno. Este primo es del lado de nuestra familia materna, recuerdo que al llegar a casa de nuestra abuela fue interrogado debido a que era evidente que había recibido una paliza. No nos delató, recuerdo que dijo que se había caído de la bicicleta. Este primo resultó exitoso, es ingeniero y ahora vive Tokio. Quizás nuestros golpes lo volvieron brillante. Dou itashimashite, idiota.
Mi familia hacía una celebración cada domingo de fin de mes. Nos reuníamos todos en la casa de mi abuelo, esta casa tiene un patio enorme, hay árboles y pasto, también hay bancas metálicas y un kiosco. Me gustaba mucho esa celebración, no eran cumpleaños, ni aniversarios, solo era una celebración por la vida. Esos domingos mis primos y yo comíamos pizza hasta llenarnos, después jugábamos a la guerra, trepábamos árboles y contábamos historias. Mi abuelo infundía mucho respeto, tenía su asiento especial donde nadie podía reemplazarlo. A veces un tío se sentaba allí mientras platicaba con alguien, al ver a mi abuelo acercarse este se apresuraba a quitarse de allí. En ese tiempo mi abuelo era mi definición de poder, durante su juventud supo establecer muchos negocios, a los 30 (aproximadamente) ya no tuvo que trabajar, así que se dedicó a disfrutar de sus bienes. Tenía un rancho de varias hectáreas, allí tenía caballos y ganado, tenía aves y perros para la caza. Solo iba a ese lugar de vez en cuando, la mayor parte del tiempo estaba al cargo de sus trabajadores, incluso les permitía vivir allí, tenían su propia comunidad, allí tenían sus casas y sus propios animales. Algunos de mis tíos no estaban de acuerdo con eso, constantemente intentaban hacer que mi abuelo cambie de opinión y comience a cobrarles renta o que los despida. Mi padre podrá ser la persona menos afectiva pero no por eso intentaría hacer que mi abuelo eche a sus trabajadores, nunca estuvo de acuerdo con sus hermanos y hermanas. Ese lugar estaba a unos 30 minutos de la ciudad.
Mi abuelo usaba gafas oscuras, era raro verlo sin ellas, cuando se las quitaba era como una persona totalmente diferente. Me gustaba mucho su estilo, también fue mi ejemplo de cómo ser cool. Mi abuelo es amigo del abuelo de Lui, por eso su familia siempre estuvo presente en nuestras reuniones familiares, es decir, en las fiestas. Nuestros abuelos disparaban armas, era algo que a ambos les gustaba, tenían su colección de armas y municiones. Mi abuelo decía que nos enseñaría a usar armas para cazar hasta que tuviéramos la mayoría de edad. Eso nunca sucedió, solo lo dijo para que lo dejemos en paz. En la casa de campo de mi abuelo había una zona donde había muchos árboles altos, allí había una casa de madera, al lado había un pozo donde nos gustaba arrojar piedras. Solíamos asustar a los más pequeños diciendo que los arrojaríamos allí y diríamos que fue un accidente. En mi familia es normal hacer esa clase de bromas, hay mucho humor negro, si asistes a una reunión familiar prepárate para escuchar chistes ofensivos, harán bromas sobre tu aspecto físico, tu trabajo, tus sueños y tu familia. Por ejemplo, teníamos un primo, su tono de piel era morena, así que todos los niños hacíamos chistes sobre si era adoptado o si su madre se había acostado con uno de los trabajadores de nuestro abuelo. No me enorgullece haber sido parte de aquellas bromas, pero así es mi familia y a esa edad uno se deja influenciar por lo que opina la mayoría. Hasta ahora hacemos chistes sobre él (pero no tan ofensivos) y cuando alguien nos regaña decimos “es humor negro”. Como ya te habrás dado cuenta, no soy alguien ejemplar, nunca me he jactado de ser bueno, tampoco he pregonado ser perfecto. A ese primo siempre le causó gracia nuestro empeño en hacer chistes sobre su apariencia, hasta la fecha sigue con esa actitud, de hecho, hace unos meses lo vimos y dijo: “¿qué, ya superaron mi color?”
En una ocasión mis padres invitaron a una fiesta a sus amigos, los padres de Elizabeth y Sara. Elizabeth trajo consigo un osito de peluche. Estuvimos jugando cerca de esos árboles, jugábamos a escondernos de Lui, éramos como veinte niños. En un descuido logré quitarle el osito, corrí hacia el pozo y lo arrojé allí. Todos rieron, incluso ella y su hermana, a veces creo que quizás quería llorar y lo disimuló bien. Hace unos años le conté esta historia, la recordó y dijo “ahora cómprame otro”. Elizabeth es la responsable de mi cicatriz en la rodilla, en una ocasión estábamos jugando en el patio cuando me empujo hacia las rocas. Después tuve mi venganza y la empujé hacia las rosas con espinas, ninguno de los dos delató al otro. Antes era muy vengativo, podías haberme hecho algo malo hace años y yo aún lo recordaba, aún seguía esperando el momento adecuado para vengarme. Conforme pasaron los años fui cambiando, ya no creo en la venganza. Esta actitud vengativa tuvo consecuencias graves, en el futuro estuve a punto de hacer cosas que no debía, pero aún no es tiempo de hablar de eso.
Cuando era niño conocí muchos lugares bonitos, cada año íbamos a un lugar diferente. Una de las cosas que más disfruto es ir en el auto mirando por la ventana, también dormir mientras viajo, nada supera eso. Otra cosa que disfrutaba era coleccionar cosas como: rocas con formas bonitas, vidrios de colores, insectos muertos, historietas y libros. Era un niño algo obsesivo, también muy impulsivo, eso me consiguió muchos problemas con los demás niños. Quizás sea la razón por la cual casi no tenía amigos. La verdad es que solo hablaba de los temas de mi interés, era casi imposible para mí prestar atención a alguien mientras habla sobre sus intereses. Ahora sé que es TDAH, eso explica por qué nunca logré concentrarme en clase. Mientras el maestro hablaba yo estaba en otro universo, imaginaba escenas de acción, me veía luchando contra robots al lado de los X-Men. A pesar de eso aprendí a leer cuando tenía cinco años, esto fue por querer imitar a mi abuelo y a mi padre, era raro ver a mi abuelo viendo televisión, lo normal era verlo en su sala leyendo algún libro de gran tamaño. Yo leía libros sobre dinosaurios, astronomía y cuentos, me gustaban los cuentos que tenían finales no tan satisfactorios. El primer libro que leí completo fue Alice’s Adventures In Wonderland de Lewis Carroll. Se convirtió en mi libro favorito, Alice se convirtió en mi personaje favorito. Tenía una playera de Alice, la usaba en ocasiones especiales, como cuando iba a casa de Karla o cuando iba a visitar a mi abuela materna. También comencé a coleccionar objetos relacionados con el universo de Lewis Carroll. Actualmente tengo muchas ediciones de Alice’s Adventures In Wonderland y Through The Looking Glass, no puedo evitar comprar cada versión que encuentro, cada traducción es un poco diferente, cada editorial le aporta algo nuevo, a veces malo, a veces bueno. Mi colección es de casi 30 versiones del libro, tengo versiones en otros idiomas, como: italiano, portugués, francés, inglés, castellano y español latino. También colecciono las películas, en diferentes idiomas. No sabes cuánto amo ese universo y cuánto desearía vivir allí, se podría decir que estoy obsesionado con Alicia y el país de las maravillas.
El mundo nunca ha sido muy benévolo conmigo, al menos esa es mi percepción. Mi hermano siempre me ha protegido de todos. Cuando comíamos vegetales él se comía los que yo dejaba en el plato, con eso me evitaba un regaño. En una ocasión estábamos jugando en la calle, estaban todos los niños del vecindario. Jugábamos futbol, entonces un niño me golpeó el estómago con el balón, el golpe hizo que me quede sin aire. Comencé a llorar, caí de rodillas y miré a mi hermano. Él se acercó hacia aquel niño y le dio un puñetazo en el estómago, ese niño comenzó a llorar, pero no podía emitir sonido por la falta de aire. Esta es solo una de las tantas veces en que mi hermano cobró venganza. No me quejo de mi familia, me gusta el lugar donde crecí, sé que no he sufrido muchas cosas, me refiero a que no me tocó tener una vida difícil. Estoy agradecido de haber nacido aquí, las relaciones sociales fueron muy tensas, el ambiente familiar fue –la mayor parte del tiempo– agradable. Ninguna familia es perfecta, mi familia ni siquiera estuvo cerca de serlo, pero moldeó mi personalidad y actualmente me siento bien siendo así. Como ya lo habrán notado, este capítulo no es interesante; hasta ahora mi mundo parecía perfecto, no había nada que quisiera cambiar. Pronto descubriría que nada fue verdaderamente interesante, en 2003 mi vida comenzó, antes de eso es como si todo hubiese sido banal. Todo cambió en agosto de 2003.